Este 2017 ya me hizo un regalo grande, tuve la oportunidad de ir hace unos meses a Burkina-Faso, a la ordenación de uno de nuestros misioneros javerianos, el Padre Augustine Ouedraogo. Qué satisfacción da ver que nuestro Instituto de Misioneros Javerianos de Yarumal, un fruto de nuestra Iglesia misionera en Colombia, y que está a punto de cumplir 90 años, se está volviendo ya africano. Con Augustine, son ya diez sacerdotes africanos entre nosotros. Así es la misión, nos lleva por el mundo y nos hace uno con todos los pueblos a los que servimos. La misión siempre nos enriquece.
En estas líneas les quiero hablar de esta África diversa. En estos casi 16 años por aquí, he estado siempre en el África occidental, trabajando en Kenia y visitando algunas veces Etiopia, Malawi, Tanzania, Uganda. Ahora el avión me llevó a Burkina-Faso y de pasó entré a Costa de Marfil. Sí, esta África es toda diversa, llena de colores y de contento. No existe África, existen muchas Áfricas.
Burkina-Faso es un pueblo noble que está luchando por salir adelante. Antiguamente se llamaba Alto Volta, ese era el nombre que los europeos le dieron al apoderarse de todo, ahora se llama Burkina-Faso, que quiere decir “La tierra de los hombres enteros”, y ese fue el nombre que los mismos burkineses se dieron cuando la revolución de Thomas Sankara, un hombre joven y magnánimo que, por los años 80, luchó por la dignidad de su pueblo y que, desafortunadamente, fue asesinado en un golpe de estado, quedando su obra como una tarea para todos sus compatriotas.
La ordenación de Augustine se caracterizó por la mucha alegría. Todos celebraban en Kodougou, su pueblo, y en las aldeas cercanas. Todos, hasta los musulmanes. Era curioso ver que, aunque era una sola fiesta, había sin embargo distintas ollas de las que sacaban la comida: los cristianos comían cerdo y sacrificaban las cabras de una manera, y los musulmanes no comían cerdo y sacrificaban las cabras de otra manera. Y eso no era problema, respetando las diferencias y en unidad. Ollas distintas y una misma danza, varios rituales para sacrificar un animal y una misma bebida que nos daba euforia y nos hacía gustar más la vida. Y todos celebrando al sacerdote nuevo, todos, los que entendían y los que no, y es que no se trata tanto de entender, se trata sí de arrojarse en el misterio de Dios que está con nosotros y está con los otros, Dios que nos hace uno en la variedad. Sí, había mucha fiesta en la casa del Padre Augustine, había más de tres mil personas según mis cálculos: sólo mis cálculos, porque allá nadie más contaba, allí todos daban la bienvenida y abrían puertas.
Y una cosa triste. Burkina-Faso tiene hambre. Eso se lee en la piel y en la mirada de la gente. Está el país seco y se prevé que para marzo vendrá la hambruna. Mientras haya hambre en el mundo significará que los cristianos no hemos trabajado lo suficiente en el proyecto de Jesús, y ese es el reto. El Obispo que ordenó a Augustine, Monseñor Joaquín, nos pidió mucho a los misioneros que nos fuéramos para allá: es que hay hambre también de Dios y hay multitudes que quieren saciarse de fe y buenas noticias. Definitivamente, hay que salir a las periferias, la Iglesia no se puede quedar solucionando los problemas de la casa, de la propia diócesis, de la propia ciudad, eso es demasiado mezquino, para lo que quiere Jesús cuando nos manda a los extremos de la tierra.
Mientras tanto Burkina-Faso continua lleno de esperanza. Es un país que va en bicicleta, nunca había visto tantas bicicletas, desde los niños a los más ancianos: la mamá pedalea con su bebe amarrado a la espalda, el otro rueda kilómetros con galones de agua colgando a lado y lado de la llanta trasera, la otra, en una destreza increíble, avanza sentada en el sillete con la espalda bien derecha y en la cabeza una buena carga de leña. Sí, un pueblo noble, tierra de los enteros, una misma danza y mucha diversidad, revolución y lucha por la dignidad, colores vivos de arco iris, movimiento en bicicleta, hambre de comida y de Dios: eso fue Burkina-Faso para mí.
Hace apenas dos días, ya de vuelta en Kenia, siguiendo la Copa Africana, le estaba haciendo barra a ese país que me enamoró, y que tristeza que, después de un luchado partido contra Egipto, definido en penaltis, perdieron los burkineses y yo con ellos.
Jairo Alberto, mxy
Que bonita oportunidad para celebrar un VERDSDERO ECUMENISMO.
SE ME ALVOROZA EL CORAZON DE VER A MI COMUNIDAD MXY A QUIEN TENGO SIEMPRE EN MI CORAZON FRUCTIFICANDO EN EL MUNDO ENTERO